El 17 de febrero de 1869, el químico ruso Dmitri Mendeleev publicó su primer intento de clasificar los componentes básicos de la vida en grupos ordenados. Ahora, 150 años después, conocemos los frutos de su trabajo como la Tabla Periódica de los Elementos: una pieza de arte mural por excelencia y una herramienta de investigación indispensable para cualquiera que haya tomado un vaso de precipitados.
Como puede ver por sí mismo en el borrador escrito a mano arriba, la primera mesa de Mendeleev se veía muy diferente a la que conocemos hoy. En 1869, solo se conocían 63 elementos (en comparación con los 118 elementos que hemos identificado hoy). Como estudiante en la Universidad de Heidelberg en Alemania y más tarde como profesor en la Universidad de San Petersburgo, Mendeleev se dio cuenta de que al agrupar elementos de acuerdo con sus pesos atómicos, ciertos tipos de elementos ocurrían periódicamente.
Mendeleev perfeccionó este "sistema periódico", como lo llamó, escribiendo los nombres, las masas y las propiedades de cada elemento conocido en un conjunto de tarjetas. Según el historiador de ciencias Mike Sutton de Chemistry World, Mendeleev luego colocó estas cartas ante él, como un solitario, y comenzó a barajarlas hasta que encontró un orden que tenía sentido.
En última instancia, el momento eureka de Mendeleev llegó a él en un sueño, escribió Sutton. Cuando se despertó, arregló sus tarjetas de elementos en columnas verticales en orden creciente de peso atómico, comenzando una nueva columna para agrupar elementos con propiedades similares en la misma fila horizontal. Con estos principios rectores, finalmente creó la primera Tabla Periódica del mundo.
Mendeleev tenía tanta confianza en su sistema que dejó huecos para los elementos sin descubrir, e incluso predijo (correctamente) las propiedades de tres de esos elementos. Esos tres elementos, conocidos ahora como galio, escandio y germanio, se descubrieron en los próximos tres años y coincidieron con las predicciones de Mendeleev, lo que ayudó a solidificar la reputación de su mesa, informó Sutton.
La mesa no era perfecta (Mendeleev no pudo localizar el hidrógeno usando su sistema, por ejemplo), pero sentó una base sólida para que generaciones de químicos construyan sobre los próximos 150 años.